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16. San Agustín.


Intenta resolver el problema filosófico de la Edad Media: ¿había una contradicción entre la Biblia y la razón, o eran compatibles la fe y la razón?

San Agustín fue durante un período de su vida maniqueo. El maniqueísmo era una doctrina de salvación mitad religiosa, mitad filosófica. Según ellos, el mundo está dividido en bien y mal, en luz y oscuridad, espíritu y materia. La filosofía estoica le influyó en su idea sobre el origen del mal. Pero sobre todo estuvo influido por el neoplatonismo, en el que se encontró con la idea de que toda existencia tiene una naturaleza divina. En la problemática del mal, San Agustín opina como Plotino que el mal es la “ausencia de Dios”. Pero rechaza la idea de Plotino de que todo es Uno. San Agustín dice que hay un abismo infranqueable entre Dios y el mundo. El ser humano es un ser espiritual. San Agustín “cristianizó” a Platón.

Señaló que el cristianismo es un misterio divino al que solo nos podemos acercar a través de la fe. Para Dios no existe ningún secreto sobre quién se salva y quién se pierde, ya que está decidido de antemano. San Agustín cree en el destino, aunque no quita a los hombres la responsabilidad de sus propias vidas. San Agustín dividió a la humanidad en dos grupos. Uno de ellos se salvará, el otro se perderá. Se apoya en la doctrina de la Biblia sobre la salvación y la perdición.

En la Edad Media se decía que “no existe ninguna salvación fuera de la Iglesia”. “La Ciudad de Dios” de San Agustín se identificó, por tanto, con la Iglesia como organización. Hasta la Reforma, en el siglo XVI, no se protestaría contra la idea de que el hombre tuviera que pasar por la Iglesia para recibir la gracia de Dios.


En San Agustín vemos la visión lineal de la Historia, tal como la encontramos en el Antiguo Testamento. San Agustín y otros Padres de la Iglesia se esforzaron al máximo por unificar la manera de pensar judía con la griega.

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